Homenaje a Carmen Silva. Miércoles 30 de junio, 21:00 hrs.

Con estas palabras queremos invitar al homenaje que realizaremos el día miércoles 30 de junio a la destacada amiga y compañera Carme Silva Rojas a realizarse en Maestra Vida desde las 21:00 hrs. Participación especial de “Máx Berrú y los Insobornables”

Carmen suena a simpleza y todos los que la identificaron la llamaban así, porque no oponía otra distinción que su propia identidad contenida en la piel, en la carne, por último en las manos que rasgaron la blanca tela, paño que escondía todas las formas, pero que por magia aparecen solo desde los privilegiados con el don que logran destapar las figuras.
Y ahí están todos sus mundos, los colores, la luz y la sombra en un pedazo de fibra, que en una ceremonia mística se van desprendiendo de neutralidad, de su capa objetivadora y aparece un rostro, una masa que es pelo, una mañana que se parece a una tarde que vivimos de niños, un paisaje destemplado que muestra un dolor, una muchacha vestida de uniforme gritando que liberen el territorio, o algo así como una mazmorra destruida al interior de los ojos del que observa como nuestros ojos se posan en la tela que ya es libre de toda neutralidad.
Carmen suena a chamana, a sospechosa de conspirar, a madre renegada, a madrastra de miles de hijos calzados de mañana y en pantalones cortos que descubrían las piernas flacuchentas de un Chile que fue alimentado por mujeres como ella, sueños y esperanzas que no dejaron que cayera la noche total, sólo que la penumbra estaba entre los que no tenían esperanzas y que finalmente gobernaron este territorio, que quiso soñar Carmen desde su cuartel de primavera.

Desde Quito, la ciudad iluminada por la meridiana latitud, ella se levantó cuando la noche se hizo insolente en su patria insular, y en ese gesto ayudó a levantar a muchos hermanos de ruta. Esperanza, esperanza que no te pierdas en el dolor, parece decir su obra. Fue conquistando una normalidad y de contrabando la trajo a Santiago ya transformado en una ciudad plástica que perdió ese suave sabor de provincia. Se instaló a un constado del cerro, a un lado de la calle del poeta, a una cuadra de todo el barullo insoportable del trajín. Y cuando todos darían por cerrada la etapa en que los seres se resignan en un rincón acogedor, ella generosa salió a buscar nuevos desafíos. Esperanza, esperanza eres vital hasta en el hastío del atardecer.
Pintar las veredas, ese parece que fue su deseo íntimo, que el arte estuviera a disposición de todos como en la Utopía aquella, la de la luminosa ciudadela que siempre ilumina el alma de los afligidos. Pintar por que siempre las formas han estado ahí, bajo la apariencia de una tela, una muralla, una superficie. Y sorprendía por la osadía de esa pintura, pues podría haber sido una simple composición que declara algo de la subjetividad y con ese talento ser recibida con los brazos abiertos por el coleccionista, pero no, ella quería comunicar sentimientos colectivos, denunciar, alterar el curso de la historia, como cuando todos fuimos uno. Y esto último lo menciono por que parece que la memoria resigna ciertas cosas como por ejemplo la vida de una luchadora, y para que eso no suceda, el olvido de Carmen, es que queremos que todos sepan quien fue, como se comprometió en la entrega en sus actos, la manera de hacer avanzar a los otros con ese gesto esencial y muy propio de los que actúan desde la práctica cotidiana: TRABAJANDO por lo que creen justo para ellos y los que le rodean.

Ahora Carmen estás instalada entre nosotros, escuchando humildemente, incómoda tal vez, las palabras salidas de una tecleador de fantasías o adulador contratado para el caso, pero si te dijera que un trabajador de la rumba te escribe estas líneas tal vez estarías más tranquila, pues si es algo por lo que luchaste con mucho empeño, compañera, es que algún día los obreros tomaran iniciativas para hacer del mundo un lugar digno para la vida. Espero que estemos más cerca que lejos de ese nuestro sueño.

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